Recorrer Colombia con el mensaje de Special Olympics es, sin duda, uno de los mayores privilegios que me ha dado la vida. Desde mi rol como director ejecutivo, he tenido la oportunidad de estar presente en escenarios donde el deporte deja de ser solo una actividad física y se convierte en un lenguaje de inclusión, respeto y transformación.
Cada encuentro que vivimos en las escuelas, en los parques, en los centros comunitarios o en las canchas, nos confirma que el verdadero valor de una sociedad está en cómo trata a quienes históricamente han sido invisibilizados. En nuestras actividades, no etiquetamos a las personas: celebramos sus habilidades, sus sueños y su derecho a pertenecer. Y eso hace toda la diferencia.
Con cada actividad deportiva, de salud, de liderazgo o educación, veo cómo se abren caminos de participación y reconocimiento. El deporte es un escenario donde todos y todas pueden mostrar de qué están hechos, romper estigmas y construir comunidad. Pero, sobre todo, es una oportunidad para conectarnos desde la humanidad.
Nada de esto sería posible sin el apoyo incondicional de las familias, quienes creen profundamente en las capacidades de sus hijos e hijas. Son ellas quienes nos inspiran y nos impulsan a seguir. Ver como gritan de alegría al ser testigos de la valentía de sus hijos, sobrinos, nietos o amigos, hace que la piel se erice sin duda.
Como director ejecutivo, me siento orgulloso de ser parte de un movimiento que está transformando la manera en la que vemos el mundo. He tenido la fortuna de compartir con jóvenes que sueñan en grande, con entrenadores que educan con el corazón, con voluntarios que entregan su tiempo y con líderes que creen que otra Colombia es posible, una más justa y solidaria.
Este es un camino que no tiene límites. Cualquiera que quiera ser parte, puede hacerlo. No se necesitan títulos ni credenciales especiales, solo la voluntad de ver a las personas por lo que son y no por lo que les falta. Porque nuestros atletas no esperan compasión: lo que buscan y merecen, es una oportunidad para demostrar de lo que son capaces.
Te invito a unirte a esta causa. A vincularte como aliado, como empresa, como universidad, como voluntario o simplemente como alguien que quiere ser parte de un cambio necesario. Porque cuando la inclusión se convierte en acción, ganamos todos. Nuestros atletas ya están listos. Ya están dejando huella. Solo falta que más personas, instituciones y comunidades abran la puerta para construir un país en el que todos y todas tengamos un lugar, un propósito y una oportunidad real de participar.

Andrés David Bonilla C.
Director Ejecutivo